México: la corrupción sin fin
Hace una semana terminé el libro Gomorra, de Roberto Saviano, y hoy acabo de leer extractos de Derecho de réplica, escrito por Carlos Ahumada Kurtz. Ambas obras me dejaron una sensación idéntica de indefensión como ciudadano ante atropellos cometidos al amparo del poder económico y político. Curiosamente, la obra de Ahumada no cambia esencialmente ninguna conclusión a la que ya haya llegado el mexicano común. Se sabía ampliamente que Carlos Salinas de Gortari estuvo detrás del episodio de los videoescándalos, que utilizó para tales propósitos a Diego Fernández de Cevallos (en aquel entonces prominente Senador de la República), que el complot contó con la anuencia de la empresa Televisa y de muy altos funcionarios como el presidente de la República (Vicente Fox), el secretario de gobernación (Santiago Creel Miranda) y el procurador general de la República (Rafael Macedo de la Concha), a fin de acabar políticamente al entonces jefe de Gobierno del Distrito Federal, el izquierdista Andrés Manuel López Obrador. Pero también salen a relucir verdades conocidas acerca de éste y su círculo: las pillerías de René Bejarano, las arbitrariedades de López Obrador y aun la colusión de éste con otros poderes fácticos que gobiernan en México, como lo es la propia Televisa. Sintomática es la frase de Bernardo Gómez, ejecutivo del consorcio y cercano tanto a Fox como a López Obrador, y revelada por Ahumada: hay que jugar a dos bandas. Y López Obrador también le jugó al complot. Como si se tratara de la mafia napolitana, la trama de Derecho de réplica involucra prácticamente a todos los círculos relevantes de la política mexicana, en un entramado que parece no tener fin. Y no es que haya que dar crédito absoluto a lo dicho por Ahumada (que, por cierto, también queda retratado como ya se le conocía: como un pillo borracho de poder). Pero la obra merece ser leída porque, al igual que en el caso de Saviano, nos muestra cuán grave es la dimensión de esa enredadera inexpugnable que es el poder en México. Un entramado complejísimo en el que, si se es honesto, no es posible encontrar inocentes ni víctimas. Una red que incluye a jueces y comunicadores (Raymundo Riva Palacio, Javier Solórzano, Joaquín López Dóriga y otros más que en México forman parte del star system del periodismo nacional). Cualquier lectura partidista de lo relatado por Ahumada es parcial y mentirosa. Las páginas del opúsculo, por lo menos las que yo leí, retratan a una clase política enferma. Y además, a instituciones del Estado mexicano que exhibirían un grado de corrupción estructural enorme. Por eso, tanto los videoescándalos como el posterior episodio del desafuero, como los abusos cometidos por el gobierno del Distrito Federal en la “defensa” de López Obrador, como la manipulación descarada de la justicia, como la intromisión de Televisa en funciones reservadas al Estado, como la impunidad de René Bejarano, como la sumisión de un partido opositor que firma pagarés a empresas de televisión, como la presencia misma de Salinas, a quien algunos seguirían llamando “el jefe”, son síntomas de un sistema terminal que en aquellos momentos (de 2003 a 2006) estuvo a punto de colapsar. Derecho de réplica despierta muchas más preguntas que respuestas y, por ello, debe ser leído con calma. Seguramente, los involcurados se verán compelidos a dar su versión de los hechos. Que lo hagan. La ciudadanía lo merece. Necesitamos conocer aquellos hechos, reflexionar sobre ellos y, en lo posible, aprender para no tolerarlos como ciudadanos. Lo que no merecemos, ni lectores ni ciudadanos, es otra lucha desenfrenada e impune por el poder político y económico de nuestro vapuleado país.
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