Confieso que he narrado / II

No me considero un experto en el arte de narrar partidos de fútbol. Pero los más de dos años que realicé tal tarea de modo más o menos constante me dejaron un par de aprendizajes prácticos que quizá podrían salvarle tiempo y algunos dolores de cabeza a algún comentarista en ciernes. Muchos de estos tips no son de mi autoría, sino que me fueron transmitidos de manera amable y colegial por mis antiguos colegas, en cuyo agradecimiento es que socializo el conocimiento adquirido. Lo primero que recomendaría a los posibles interesados en la crónica deportiva es la que considero condición esencial para narrar de modo adecuado un encuentro de balompié o, para el caso, de cualquier otro deporte: llegar fresco y bien descansado. De nada sirve prepararse minuciosamente si, debido a la falta de fuerzas o de agilidad mental, estamos imposibilitaados para transmnitir el conocimiento adquirido. Cuando uno ha dormido bien, las ideas surgen de modo más espontáneo y briillante, el vocabulario se amplía, las asociaciones de ideas se facilitan, y la boca dice exactamente lo que le ha mandado el cerebro. Descansar, y hacerlo bien, es además imperativo para almacenar las energías necesarias para los endemoniados highlights o cualquier otro menester de post-producción que siga a la narración en vivo. Del mismo modo, no es adecuado llegar al partido de fútbol en un ánimo totalmente neutral. La meditación trascendental es buena para encontrar la paz interior, pero un partido de fútbol no se trata acerca de eso. Hay que transmitir emociones, entusiasmo, energía, acción, pasión y, hasta cierto punto, desenfreno. Así que a veces, cuando uno llega en estado demasiado contemplativo, es bueno darse un par de cachetadas. Ayuda mucho también el inundarse durante los minutos previos al encuentro en el ambiente del estadio, los cantos, las banderas, los letreros. Y, claro, es absolutamente necesario tener clara la dramaturgia que rodea a cada partido. Todo ello constituye un excelente punto de partida antes del silbatazo inicial. Conviene también trasladar el método de actuación de Stanislavsky al terreno de la narración deportiva: establecer con la mente un círculo y a base de concentración, convertir esa área en nuestro mundo entero. Una vez establecido todo ello, ahora sí puede darse paso a la iimportancia de la preparación. La breve experiencia en la Bundesliga me confirmó que cada narrador tiene su propio sistema, así que no perderá tiempo desglosando lo que para mí funcionó. Lo que es cierto es que el comentarista debe conocer a los jugadores y a los equipos. No solamente su personalidad, como suele exagerarse en la narración deportiva en México, sino sus características: qué tipo de físico tienen, en qué función juegan mejor y en qué lugar de la cancha (dos cosas muy distintas en el fútbol moderno), de qué equipos viene, a qué equipos podría emigrar, cuántos goles lleva anotados en el torneo, etc. en este punto también se impone tomar en cuenta al elemento esencial de toda narración. Me refiero al público. A diferencia de la afición alemana, por ejemplo, la mexicana no exhibe una pasión tan enciclopédica por el fútbol. Al mexicano, pienso, no le interesan tanto las estadíísticas sino las historias detrás del partido. La afición mexicana es en este sentido sui generis. En México e fútbol es cuestión de cierta importancia, pero no de vida o muerte, como en el caso de ciertos fanáticos argentinos (por mencionar un caso). Es lógico. México nunca ha ganado nada en el fútbol, de modo que no tiene historia que defender.Tampoco hemos tenido un super estrella de talla mundial como Diego Maradona, Pelé o Johann Cruyff. Así que para el aficionado azteca, el fútbol es un divertimento filosófico que lo ayuda a confirmar una y otra vez la teoría de la maldición histórica, la tragedia de la conquista, la corrupción del priismo, la escandalosa debacle de su economía, etc. Así que al mexicano se le deben presentar personajes, como bien lo intuyó ángel Fernandez: el Confesor, el "pierna fuerte", el "sheriff", el "bonavena", la "cobra". De modo análogo, un comentarista de otra nacionalidad debe conocer a quién se dirige y comprender la escuela narrativa que más conviene. Como he dicho, he arrojado un par de ideas sobre esta actividad de la cual sé poco y de cuyo dominio no me precio. Pero es un hecho que no a todos les está dado tener la oportunidadde someterse a la experiencia real de narrar un encuentro de balompié en vivo. A mí sí y espero, con estas ideas, comparti algo de ese conocimiento práctico.

PD: Ustedes perdonarán los errores tipográficos. Este texto fue escrito en un teclado minúsculo, en los pasillos del aeropuerto de Colonia-Bonn.

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