Ginebra / III

La lista de participantes en el encuentro de Ginebra me provocó una arritmia emocional con la que no había contado. Pensaba yo que el viaje me serviría para sacudirme un poco la rutina y oxigenarme de la saturación cotidiana. El trayecto a tierras suizas, con todo y sus inconvenientes, había cumplido esa función. Pero comencé a ver el listado de los convocados y, repito, todo cambió. Figuraban en ella, entre otros, el director general y el editor en jefe de Radio Nederlands, el director de mercadotenia, estrategia y distribución de Deutsche Welle, el director internacional de Radio Bélgica, el director internacional de Radio y Televisión de Portugal, el jefe del servicio árabe de la BBC, el jefe de nuevos medios de Radio Suecia, la jefa del departamento de Radio y Televisión del Parlamento Europeo, y la contralora de desarrollo de negocios de la BBC. Iba a participar además el director general de Radio Vaticano al que “asuntos papales” le impidieron viajar en el último momento. Como dije, todos parecían conocerse desde mucho tiempo atrás así que temí ser un “invitado incómodo”. En todo caso, en ese momento el viaje dejó de ser diversión (si es que en algún momento lo había sido). Buena parte de lo que se habló en esos dos días tiene carácter confidencial por acuerdo expreso así que no será este espacio el que rompa dicha disposición. No obstante, hay aspectos que pueden ser comentados con cierta libertad. La conclusión común es que prácticamente todas las emisoras públicas europeas comparten los mismos problemas en cuanto a la necesidad de ahorrar costos, ajustarse a las nuevas tecnologías, propiciar procesos a veces dolorosos de reformas en materia de personal, y cumplir con las necesidades de transparencia impuestas por las exigencias de la democracia moderna. La BBC, empujada por su misión de ser “la mejor emisora y la más conocida” en el mundo, constituye una excepción a algunas de estas premuras. Con el paso de las horas, me quedó en claro que el grupo en cuestión es una especie de think-tank de muy alto nivel, que se reúne periódicamente a discutir éstos y otros temas. El papel de la EBU es precisamente reunir a tales personajes y propiciar ese intercambio más o menos estratégico. Radio Nederlands y otras instituciones han hecho avances prácticos importantes en el desarrollo del periodismo multimedia. Otras batallan más para concretar lo que, se supone, es inevitable: la convergencia de los medios tradicionales en la plataforma cibernética. Per aún aquí hay muchas preguntas pendientes. Después de todo, se recuerda al gran crash de Internet en 2001, cuando numerosas empresas públicas y privadas que habían apostado todo por el todo a la red de información tuvieron que enfrentarse a enormes pérdidas. En general, me pareció que el grupo estaba conformado por gente con talento pero, sobre todo, con la información precisa sobre su trabajo y sobre las perspectivas del mundo mediático. La capacidad de convocatoria del EBU quedó comprobada por la calidad misma de los ponentes. No escapó a mi percepción que, con actos como éstos, la EBU también se posiciona a sí misma en el terreno de la política europea. Como todas las instituciones públicas, debe recibir algún tipo de presión para justificar su existencia. Pero en la materia del encuentro, valió la pena la inversión que absorbieron mis finanzas personales, a fin de estar presente en la cita de Ginebra. Aprendí de los medios europeos, entablé algunos contactos y ahora toca cultivarlos. Abrí una puerta que, espero, cumpla nuevas promesas.

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