¡Sós grande! y II

Sin que nadie me lo pida, voy a ser un poco más específico al describir algunos factores que me causan escepticismo acerca del nombramiento de Diego Armando Maradona como técnico de la selección argentina de fútbol. Hace un par de años, un empresario tan enigmático como acaudalado ideó un proyecto genial. Se haría bajo sus auspicios un reality show de gran envergadura, cuyo objetivo sería encumbrar al mejor talento futbolístico juvenil de todo el mundo. Se establecería para ello una red conformada por las escuelas de fútbol de los equipos más conocidos del planeta, entre ellos el Real Madrid y el Bayern München. Como si esta plataforma de lanzamiento no hubiera sido suficiente, el hombre de negocios –de origen jamaicano, pero radicado en la República Argentina- haría girar su proyecto en torno de un flamante presentador de televisión, que había tenido enorme éxito con una serie de programas que se transmitieron a todo el continente americano. El nombre: Diego Armando Maradona. El empresario echó a andar la complicada máquina que implicaba todo lo anterior, y no escatimó esfuerzo ni gasto alguno. Maradona al parecer ya estaba amarrado. Ni cabe decir que, a partir de ese momento, gran número de personas dependían de la realización del show. Al parecer, el astro argentino hizo algunos viajes de promoción para el programa. Una de sus escalas iba a ser Alemania. La fecha estaba definida. La prensa, en alerta. Los contactos en Alemania, activados. Representantes del proyecto en Alemania contactaron al Sportstudio, el principal programa deportivo del país. Cuando se les ofreció una entrevista con Maradona, los germanos pensaron que se trataba de una broma. Al final, aceptaron abrir un espacio para lo que sería una gran exclusiva: la charla con “el Diez”, como se conoce a Diego en Argentina. Pero a la hora de la hora, el ex futbolista no apareció. De último momento decidió ir a Italia a atender asuntos que dejó sin precisar. Todos cuantos dependían del proyecto –familias enteras- se quedaron colgados, al igual que los miles y miles de dólares que el empresario había invertido. Los alemanes se quedaron furiosos. El empresario trató de relanzar la maquinaria, ahora con Jorge Burruchaga. Pero no funcionó. Su dinero se había ido al drenaje. Mientras tanto, Maradona, como si nada, le siguió dando la vuelta al mundo. Sus incondicionales dirán que son cosas de personalidad con las cuales nadie se debe meter. Pero más allá del planeta maradoniano, quedó a raíz de ese episodio la imagen de un sujeto poco digno de confianza, cuya palabra empeñada carece por completo de valor. Pienso en esto cuando me entero de que Maradona ha vuelto a Alemania, ahora como técnico de la albiceleste. Vino a Múnich a hablar con Martín Demichelis y José Ernesto Sosa, seleccionados argentinos a los cuales el ex futbolista dirigirá. Se le vio muy serio al lado de Bilardo, lo mismo que en Italia e Inglaterra. Que se sepa, no faltó a ninguna cita. Ni siquiera dio declaraciones a la prensa. Quizá ha cambiado. O quizá para él no hay nada más importante que dirigir al equipo de su país. Al parecer, el Maradona capaz de despreciar al prójimo con tal de cumplir sus caprichos ha quedado sepultado. Por el bien de Argentina y de su selección nacional, es mejor que ese “Pelusa” jamás resurja.

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