¡Sós Grande!
El tema es irresistible. Diego Armando Maradona acaba de ser designado técnico de la selección argentina de fútbol, convirtiéndose así en el tercer hombre más poderoso de su país (el primero es, y por mucho, el ex presidente Néstor Kirchner). Esto ha provocado numerosísimas y variadas reacciones, prácticamente en todo el mundo. En el planeta futbolístico argentino, a años luz de toda proporción, se percibe el nombramiento del “Pelusa” como algo natural. Como si Pelé, por ejemplo, hubiese cometido un pecado de omisión o una cobardía al no sentarse en el banquillo de la verdeamarelha a dirigir a Zico, Sócrates o Dirceu Guimaraes. Al otro lado de la galaxia -en Inglaterra, por ejemplo-, se aprovecha la oportunidad para exudar el odio antimaradoniano que nunca perdonará aquella burla por la famosa “mano de dios” en el mundial de Mexico 86. Más moderada aunque muy moralista, Alemania ve con escepticismo –el Süddeutsche Zeitung habla de una “aventura”- el nombramiento de alguien a quien mira...