Me ha tocado hacer muchas cosas en la vida a fin de ganarme el pan. Algunas de ellas han sido muy gratas. Escuché la voz de Marcel Marceau, respiré de cerca el perfume de Isabella Rosellini, viajé por ciudades mexicanas tirando carteras llenas de dinero, recorrí Inglaterra y Escocia, devoré mariscos en Guerrero Negro, saludé de beso a Tania Libertad, compartí algunas ideas con maestros como Musacchio, Lara, Roura, Güemes u Ochoa, y desperdicié algunas horas con encueratrices en el desaparecido café Durangos, en la esquina de la ANDA (donde también me tocó ver una tarde juntos, en vivo y en directo, a Resortes y Clavillazo). Por ejemplo. Otras no han sido tan edificantes. En estos más de veinte años además he cargado cajas llenas de cintas magnetofónicas, he entregado sobres con sobornos a empleadillos de empresas discográficas, he supervisado banquetes con hambre y sin poder probar un bocado, he asistido a mítines de Andrés Manuel López Obrador, he hecho guardias nocturnas en salas de ...
Comentarios