Los Madoffs del fútbol mundial

Como cada semestre, el Dr. Francesc Pujol tiene la amabilidad de hacerme llegar el estudio sobre el mercado internacional de fichajes en el fútbol. Se trata de una investigación econométrica sobre las transacciones más importantes realizadas en los pasados meses. Merced a tales envíos, he podido seguir de cerca la radiografía del mercado futbolístico a lo largo de los pasados años. Por ejemplo, me enteré en su momento de que la transacción más lucrativa de 2006-2007 en todo el mundo fue la de Miroslav Klose, puesto que el Bayern München cuenta con un jugador que hoy vale el doble de lo que el club bávaro pagó por él al Werder Bremen. Caso similar en 2007-2008 es el de Rafael van der Vaart, que según los investigadores de la Universidad de Navarra vale hoy mucho más de lo que Hamburgo cobró al Real Madrid. Pero lo que más me llama la atención no es esto, sino lo que el estudio dice entre líneas. Denuncia, por ejemplo, la manera como los magnates saudíes que se adueñaron del Manchester City propician una espiral inflacionaria que bien podría desencadenar una crisis financiera propia en el fútbol internacional. El documento, además, demuestra cuán compleja es la otra cancha del balompié; ésa que, en lo que respecta al fútbol latinoamericano, tiene su centro de operaciones en Miami y es protagonizada por los promotores o agentes. Ésa en la que, como en Wall Street, se ganan o se pierden millones con una firma. Ésa en la que se juegan vidas humanas como si fuesen piezas no de ajedrez, sino de algún otro pasatiempo mucho más elemental y salvaje. Pujol y su equipo abordan de manera tangencial la expresión más grotesca de este mercado: la explotación de niños que son traídos a Europa, procedentes de África o América Latina, con la esperanza de alcanzar la fama y la fortuna a través del fútbol. El asunto, como admite la investigación, tiene dos rostros. Uno sería del de Lionel Messi, auténtico genio del balompié que contó desde temprana edad con el apoyo de una institución como el FC Barcelona para desarrollar su talento natural. Nadie objetaría una trama como ésta, más redonda que el balón de fútbol. Pero, de acuerdo con las primeras estadísticas sobre el tema, sólo uno de cada diez aspirantes se convierte en un futbolista de renombre. ¿Qué pasa con los otros nueve? Hace meses, el periódico especializado Kicker retomó el caso de otro argentino, Luis Rodríguez, quien fue abandonado por sus “promotores” en Europa y que hoy considera que su vida está arruinada. El investigador Pujol arroja un dato en el que hay que poner atención: el mayor sobreprecio en el mercado internacional de futbolistas se registra en jóvenes de entre 23 a 24 años de edad. Tal cifra es la piedra angular de la explotación de niños africanos y latinoamericanos: éste es el sector etario con mayor potencial de ganancias en el mercado especulativo del fútbol, con el menor gasto posible. Hacia él se conduce a contingentes de jovencitos que son arrancados de su cultura y su lugar de origen con rumbo a un futuro incierto. Como ha reconocido el propio Michel Platini, ni siquiera la avanzada legislación europea está preparada para remediar estas tragedias humanas. A los promotores no les gustan estas historias; con un jugador exitoso en su redil bastará para ganar grandes fortunas. Millones que, como en las mafias, se derraman generosos en círculos privilegiados. La conclusión nuclear del informe es sencilla: el fútbol, como las finanzas mundiales, necesitan seguir otro modelo. Pero hay monstruosos intereses y fortunas de por medio. ¿Quién será el valiente que logrará mantener la esencia deportiva, la competitividad, e incluso la cualidad legítimamente lucrativa del fútbol, en un entorno en el que se respete la integridad humana?

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