El bikini de Miss Sinaloa

La preciosa Laura Zúñiga, digna representante de la belleza culiacanense, ha alcanzado fama en Alemania al aparecer por lo menos en tres de los medios más importantes de este país: el semanario Der Spiegel y los diarios Bild y Süddeutsche Zeitung. Lo mismo ha sucedido en otras latitudes y me atrevería a decir que en prácticamente todo el planeta: junto al retrato de la jovencita Zúñiga aparecen títulos sensacionalistas como “Las armas de una mujer” y cargos extrajudiciales de gran calado, que van del narcotráico al comercio de armas. ¿Qué harán todos estos medios, muchos de los cuales se frotan el rostro a diario con sus famosos “códigos de ética” cuando la reina de belleza sea puesta en libertad por falta de pruebas, tras 40 días de arraigo? Lo digo por dos razones. Hasta el momento sólo se puede juzgar a la célebre Miss Sinaloa de andar en malas compañías. Es claro que a Zúñiga le encantan los narcotraficantes. Pero si a esas vamos, todos somos culpables: los que vemos una y otra vez obras de arte cinematográfico como King of New York o Scarface, los que endiosan a la toxicómana Amy Winehouse (el consumo es la mitad del narcotráfico) o los que andan con estampitas de Malverde en la cartera en el afán de sentirse muy machos. También quienes creen que obtener grandes fortunas –y la compañía de insuperables féminas como Laura Zúñiga- es lo más importante en la vida, cuesten lo que cuesten. Sobre todo éstos. Bajo tal criterio, el gobierno federal debería tenernos bajo arraigo en la PGR a todos los miembros de una sociedad enferma como lo es la mexicana. Incluso a los funcionarios de tal dependencia les fascina hablar de cárteles, zetas y narcos, como lo hacen cada semana con una familiaridad genera sospechas, y que queda de manifiesto cada vez que regorgitan mamadas como aquella de "la nueva generación de narcotraficantes". Luego, me atrevo a decir que la aparición pública reiterada de una persona a quien se le señala como culpable sin haber sido sometida a juicio y sin mediar pesquisa alguna constituye desde el punto de vista técnico una violación a los derechos humanos. Nada más ni nada menos. Pase lo que pase con la hermosa sinaloense, las imágenes aparecidas en los medios la marcarán por el resto de su vida. Y qué decir de la estancia en la cárcel, auténtica escuela del crimen bajo las condiciones en que se da en México. En su fervor novelesco, los medios han adoptado a Laura como icono de la corrupción y el narcotráfico. Y para ello no hace falta verificar su versión de los hechos, ni averiguar algo más que lo que la PGR quiere que se publique. Yo me pregunto: Zúñiga tenía un novio narco. ¿En qué tipo penal reace tal conducta? A lo mucho, asociación delictuosa. Pero Laura no tiene antecedentes penales. La mujer viajaba en un auto donde fueron incautados 18.000 dólares y muchas armas. ¿Dónde está el vínculo de la reina de belleza y tales divisas y mercancías? A menos que ella cometa una estupidez durante los interrogatorios, que la saquen una confesión, o que la traicione alguno de quienes la acompañaban, la joven aún tiene posibilidad de salir libre por falta de pruebas. Conociendo a la justicia mexicana, eso es lo que creo que sucederá. Pero, una vez más, pase lo que pase Laura Zúñiga es una mujer marcada. Estigmatizada por el poder fáctico de los medios. Y la estigmatización, como sabe cualquier estudioso de los derechos humanos, es el primer eslabón de la discriminación. La plebe, entre tanto, se solaza como siempre con la ignominia ajena. ¿Le pedirían disculpas los periódicos del mundo a Miss Sinaloa, si no se le encuentran responsabilidades penales? ¿Estarían dispuestos esos medios a reconocer que ellos son parte del problema? Finalmente, aclaro que no defiendo a la señorita en cuestión, sino a los principios bajo los cuales una persona debe ser juzgada. Lo que me interesa es la verdad o, por lo menos, el análisis inteligente y honesto. Y eso es lo que no he visto. Vender periódicos y clicks es el supremo mandamiento de los medios. La cacareada ética se atoró bajo el bikini rojo de Miss Sinaloa. Dinero, también, a cualquier precio.

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