México: el horror

La sociedad mexicana se encuentra consternada por un atentado ocurrido precisamente durante los festejos del Día de la Independencia, en la ciudad de Morelia. Por si no lo sabe, o no se ha enterado: bandas que supuestamente pertenecen al crimen organizado lanzaron granadas contra la multitud de civiles que se arremolinaban en la plaza de dicha localidad, matando a inocentes. La señal es clara, dicen los analistas locales: se trata de un desafío al Estado mexicano por parte de las mafias del narcotráfico. Y más aún: es la primera vez que los narcos asesinan intencional y abiertamente, como en la Colombia de los años ochenta. A miles de kilómetros de distancia, no estoy en la mejor posición de opinar de manera pericial sobre lo acontecido. Pero con alarma veo que muchos de los actores políticos mexicanos lucen tanto o más alejados de la realidad nacional que yo. La oposición, e incluso parte de la opinión pública, le exige al gobierno de Felipe Calderón que “haga algo” por poner fin al flagelo de la criminalidad. Desde donde me encuentro, les tengo noticias: no va por ahí el asunto. Ningun gobierno es ni ha sido capaz de someter él solo al tremendo poder militar, económico y financiero del narcotráfico. Calderón fracasará, si intenta comenzar a solucionar el problema por la vía militar. Todos lo sabemos: el asunto del narcotráfico es financiero y comercial. Y también es una cuestión multinacional. No en balde acaba de ser neutralizada una red de distribución de cocaína que comenzaba en Sinaloa y acababa en Italia y en calles europeas. La Unión Europea lo dice en su muy reciente informe sobre el comercio de estupefacientes: como en otras partes del mundo, el consumo de cocaína se generaliza cada vez máss entre la población europea. Hay mercado. Y donde hay mercado, se necesita quien lo abastezca. Y ese alguien, al menos en parte y por el momento, es el poderosísimo crimen organizado que tiene su origen en México. ¿Cómo hacerle frente al tema? ¿Negociando; es decir, comprándole un poco de tiempo a los delincuentes? No. Esto no ataca de fondo al problema. ¿Esperando a solucionar, como quiere la izquierda, el “trasfondo social” que sin duda hay tras el consumo y el comercio de drogas? Tampoco. No hay tiempo, y los atentados de Morelia lo dejan muy en claro. El orden institucional mexicano se desmorona a pasos agigantados, ante el desafío de los narcotraficantes. ¿Solución militar, como piden Estados Unidos y la derecha? Por supuesto que no. La metralla sirve para el espectáculo, los noticieros y los foros internacionales, pero no para poner paz en las calles. La solución es orgánica, integral e internacional. Para hacer frente a los cárteles de la droga se necesita una acción conjunta que combine lo social, lo financiero y lo militar. Se necesita involucrar a instituciones como la ONU, a gobiernos como el de Estados Unidos y a bloques como la Unión Europea, que algún interés deben de tener en que su población abandone el consumo de estupefacientes. Pero ni siquiera se habla de ello. Se toma a México como un punto aislado en el mapa del narcotráfico. Como algún día lo fue “el norte” del país. Mas ya no hay consumidores, productores ni distribuidores absolutos. Como en las finanzas, los narcos son global players que atacan en la intención de preservar su negocio. México es sólo el campo de batalla militar. El ajedrez es mucho más amplio. ¿Cuándo comenzaremos a ver esa sencilla realidad, en la que el Estado mexicano se juega hoy por hoy su existencia?

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