Fútbol, miserias y riquezas
En el fútbol, como en el amor y el resto de la vida, las grandes preguntas tienen respuestas sencillas. Una vez más, México se ve compelido a explorar lo más profundo de su alma e identidad para tratar de explicar por qué perdió la selección nacional contra su similar de Estados Unidos. Las razones no sólo son simplonas sino evidentes. Son las mismas que ocasionan otros fenómenos concomitantes; por ejemplo, que un jugador experimentado como Rafael Márquez, defensa del mejor club del mundo, escoja un partido crucial para comportarse como un muchachillo estúpido; que el hijo pródigo Pável nada haya aprendido en Alemania; que Giovani dos Santos „no la haya hecho“ en el Barcelona; que.... ; en fin, que México siga fiel a su larga costumbre de perder en el fútbol. Hablábamos de las razones. Bueno, ya se han comentado en demasía: la falta de competitividad de la liga, los excesivos sueldos de los jugadores en tierras aztecas, el férreo control de las televisoras sobre decisiones cruciales que atañen a la selección („su“ negocio), etc. El técnico Sven Goran Eriksson promete que México irá al Mundial. Pero sus cualidades escandinavas no dan para descifrar el „laberinto de la soledad“ que es el núcleo del alma crepuscular azteca. Contra Estados Unidos, México se ha dejado derrotar una y otra vez. Incluso, el destino está sellado antes de que los equipos mexicano y estadounidense salten a la cancha cada vez que se enfrentan. Estados Unidos sabe muy bien cómo controlar a México: picándole el orgullo, provocándolo, haciendo que los tricolores salpiquen sus rencores más primigenios y, por tanto, sacándolos de concentración. Los seleccionados estadounidenses acuden a cada partido con espíritu relajado. El „soccer“ es para ellos secundario, nada comparable al béisbol y el fútbol americano. En cambio, los seleccionados mexicanos son sometidos a una enorme presión por parte del contrario, de los medios, de los federativos, de sus clubes, del tiempo, de la historia, de algunos políticos, y del comercio. Resumiendo: en México el fútbol es todo, menos ese deporte en el cual „saltan a la cancha 22 jugadores y al final siempre ganan los alemanes“, como decía el inglés Gary Linecker. Puedo apretar todos estos problemas, incluso, en dos palabras: la televisión. No lo olvidemos: la afición al fútbol en México nació por y para Televisa y sus antecesoras. Fue en la „pantalla chica“ que el balompié se convirtió en deporte nacional. Fue Guillermo Cañedo (q.e.p.d), alto funcionario de Televisa y de la FIFA, quien llevó el Mundial a tierras aztecas y se encargó de preservar los intereses de la televisora. Son ellos, o sus títeres, los que fueron exhibidos como una pandilla de tramposos por el escándalo de los „cachirules“. Son ellos, aún, quienes ignoran los hipócritas llamados de la federación internacional para que en México se respeten las reglas más elementales de competencia; por ejemplo, impedir que un solo dueño tenga más de un equipo en el mismo circuito. Así que no descubro el hilo negro. Si en México no existe una verdadera estructura federativa, si el lucrativo mercado de jugadores se maneja desde Miami, si no existe conexión alguna entre ligas inferiores y la primera división, si los jugadores que militan o han militado en Europa no dan ejemplo de carácter, si seguimos creyendo que Cuauhtémoc Blanco es el mejor jugador mexicano, si vemos al fútbol como un asunto de orgullo nacional y no como el mero deporte que es, y si el balompié mexicano es riqueza material para la aristocracia y miseria anímica para el pueblo... ¿podemos realmente decirnos sorprendidos por la superioridad estadounidense en el fútbol?
Comentarios
Creo que ahí radica el mayor error de nuestros sabios dirigentes (digo nuestros porque en mi país, Argentina, la liga tiene un cáncer muy parecido). El fútbol en estado puro es en sí mismo un espectáculo al que sólo hay que dotarlo de un entorno acorde.
Los europeos lo entendieron hace rato y por eso tienen la Champions League, el torneo de clubes más importante del mundo; y nadie podrá decir que en el Viejo Continente no corre dinero junto con la número cinco. Pero acá tienen claro que el negocio será más rentable si ella circula libremente, sólo obedeciendo a sus propios caprichos y a los mandatos de quienes mejor saben tratarla.
Gran abrazo.