Thomas Tuchel y el ridículo total del Bayern Múnich


El 23 de marzo de 2023, el mundillo futbolístico de Alemania se cimbraba con la noticia del cese de Julian Nagelsmann como entrenador del Bayern Múnich, y la contratación de Thomas Tuchel como su sucesor. Califiqué entonces como “un trauma para el club” aquella decisión “precipitada” y, lo decía yo desde entonces, producto del pánico de los entonces directivos Oliver Kahn y Hasan Salihamidzic, “Brazzo”. Quince meses después, el piso telúrico del Bayern Múnich sigue temblando. De hecho, no ha dejado de hacerlo prácticamente ni un solo día.

Divorcio y fallida reconciliación

En 2024, cuando ya estaba claro que lo de Tuchel y el Bayern Múnich había sido un “malentendido”, ambas partes dieron a conocer su divorcio. Corría el mes de febrero y, con el club eliminado en la Copa Alemana, una Bundesliga conquistada de “panzazo” y la siguiente en peligro, y con nebulosas perspectivas de la Liga de Campeones, la posibilidad de un “nadaplete” y de un balance deportivo peor que el de Nagelsmann hacía ver como lógica la separación de club y entrenador.

Pero la continua cadena de errores en la directiva del Bayern se iba a prolongar aun más. En el entorno del fútbol corporativo parece flotar con fuerte presencia aquella pregunta con la cual Robert Lewandowski rompió con el Bayern: “¿Quién va a querer ir a un club así?”



Acostumbrado a manejar la Bundesliga a su antojo, el Bayern decidió divorciarse de Tuchel sin tener un sucesor, asumiendo que Xabi Alonso aceptaría si más el escarceo bávaro. No fue así, y a Alonso le siguieron todos los candidatos idóneos, más otros: el propio Nagelsmann, Ralf Rangnick, Roberto de Zerbi. Incluso se llegó a bajarle al perfil de los aspirantes, seduciendo al austríaco Oliver Glasner, cuyo club también paró en seco la avanzada desde Múnich.

Total, que el Bayern, falto ya de opciones, se mostró dispuesto a dar marcha atrás con Tuchel, que finalmente también rechazó la posibilidad de quedarse. Fue el ridículo perfecto.

Farsa e ignominia

Esta ignominia internacional (“una farsa”, le llaman en Alemania incluso medios afines al Bayern Múnich) se da además en un entorno en el cual los ejecutivos del club lucha, o por salvar su imagen, o por justificar su contratación. Max Eberl, contratado para poner orden en la conducción deportiva luego del desastre de Salihamidzic, no ha hecho otra cosa que enredar más las cosas. Los responsables máximos, Herbert Heiner y Jan-Christian Dreesen, esconden la cara.

Incluso, el club cayó dos veces en la misma trampa: al igual que Nagelsmann, Tuchel hizo una especie de finta acercándose al club para luego acabar como la parte rechazante. Genial maniobra de los asesores de uno y otro, y patético para la institución, otrora vista como ejemplo.

No me atrevo a decir más. Esta historia, justo cuando parece llegar a su fin, es cuando se prolonga con episodios que ni el mejor guionista podría haber imaginado.

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